22.9.11

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». ¡Eres quien nos enseña a amar la muerte!


MORIRÁS DE MUERTE

Es frecuente que en los conventos
se preparen para la muerte.

Nosotros no tenemos tiempo de hacerlo,
pero, a pesar de todo, estamos sabiamente preparados.

Es la vida la que nos prepara para morir
y conoce bien su oficio.
Basta con escucharla, verla, seguirla...

Ella nos explica la muerte poco a poco.
o de golpe, según qué días.
Unas veces, sin hacernos ningún daño.
Otras, dislocándonos de dolor.
Unas veces, subrayando
nuestras pequeñas muertes cotidianas,
otras, golpeándonos con la muerte de aquellos
a los que amamos más que a nosotros mismos.

La muerte se aprende cuando, al peinarnos por la mañana,
se nos caen ios cabellos;
cuando perdemos el diente que nos ha dolido tanto tiempo;
cuando se nos forman patas de gallo;
cuando podemos decir,
al contar algunos pequeños recuerdos,
«hace diez o veinte o treinta años...»;
cuando cada año vienen con unas flores
a desearnos feliz cumpleaños,
unas flores que tienen un ligero aire a cementerio
y que celebran ese año menos
antes del último de nuestros años.

La muerte se aprende en cada encuentro
con quienes nos conservan nuestra infancia
y para los cuales seguimos siendo pequeños;
la memoria que flaquea;
la inmovilidad progresiva...;
aspectos humanos ocupados de antemano por la muerte.
Cada vez que volvemos al país de nuestra juventud,
se reduce la lista de las visitas a los vivos
y se alarga la visita a las tumbas.

La muerte se aprende en cada adiós definitivo
a los seres queridos.
Porque, aun cuando la fe y la esperanza unidas,
e incluso nuestra caridad para con ellos,
afirman nuestra alegría por saber que han llegado,
nosotros nos quedamos con nuestra sangre que protesta,
con nuestra carne abierta, herida,
nuestra carne,
a la que parece que han matado una gran parte,
y ese horror de la tierra, de la tiniebla y del frío,
que hizo llorar al propio Jesús.
La muerte se aprende cierta noche entre la vigilia y el sueño.
Nos revela que está al acecho,
acurrucada dentro de nosotros,
nos echa su aliento a la cara como para irnos habituando,
y nos sorprende tener tanta necesidad de valor.

No es preciso ser poeta para aprender la muerte,
cada noche, cada octubre,
con el viejo perro al que hay que hay que sacrificar,
y esos extraños pequeños cadáveres de ratones y lagartos,
aplastados sobre el asfalto por las ruedas de los coches.

La vida es nuestra maestra de muerte.
Pero, a su vez, la muerte se convierte en maestra de vida
para nosotros que conocemos la penitencia humana.

Como la madre que sufre el alumbramiento de lo que nace,
como el padre suda para alimentar al niño que vive,
así llevamos nuestra muerte
empezada
y pronto terminada
como nuestro propio y definitivo alumbramiento.
Pero se trata de nacer bien cada vez que morimos,
de nacer un poco cuando morimos un poco,
y de nacer mucho cuando morimos mucho.
Se trata, en este trato con la muerte,
de aprender a tratar con la vida.
Se trata de virar hacia lo eterno,
como el negativo de una película,
en el que todo lo negro se vuelve blanco.

Se trata de abrir nuestros ojos de la fe
allí donde nuestros propios ojos están cegados.

Del mismo modo que al mirar nuestro jardín
no nos consterna el amarillear de una brizna de hierba,
interesémonos lo bastante por los «siglos de los siglos»
como para que el tiempo de nuestra vida nos sea indiferente
y para que todo lo que amamos esté ya transferido
a una eternidad tranquila.
Así aprenderemos a morir de muerte
para vivir de auténtica vida.

Madeleine Delbrêl

20.9.11

¡La mirada de Jesús!

"El sujeto del primer verbo es Jesús: «Vio a un hombre llamado Mateo». Ese hombre está pasivo, «sentado en el despacho de impuestos», atrapado por su condición de recaudador, atado a una profesión que le hace despreciable a los ojos de todos. Pero los ojos de Jesús han sabido ver más allá de las apariencias: han visto en el publicano a un discípulo, a un seguidor. Para esa mirada nadie está sentenciado ni calificado definitivamente, sino que tiene el futuro por delante. «Sígueme», le dice; y «él se levantó y lo siguió».

Mateo se ha sentido mirado por primera vez de otra manera: Alguien cree en él y lo llama, y por eso se convierte en alguien dinámico que deja atrás su pasado, asume el protagonismo de su propia vida y se pone en marcha detrás del que fue capaz de mirarle así.

* Contempla la mirada de Jesús sobre Mateo y siente
que tú eres Mateo. Déjate mirar por unos ojos que ven en
ti mucho más adentro de lo que ven los demás y de lo que
tú ves de ti mismo. No se fija en tus defectos ni en tus
incapacidades; no le preocupa lo que ya eres, sino que ve
en ti todas las posibilidades escondidas que él mismo ha
puesto en ti y que quizá tú desconoces. Fíate más de sus
ojos que de los tuyos; cree que su mirada y su llamada
pueden hacer de ti un discípulo. Pídele que te enseñe a
mirar así a los demás, que te haga como él, incapaz de
sentenciar a nadie, de condenar a nadie, de pensar de nadie
que no es capaz de cambiar..."

Dolores Aleixandre "Compañeros en el camino"
 

19.9.11

La que te escucha y pone por obra TU VOLUNTAD: ¡María!


DECIR TU NOMBRE, MARÍA
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda muerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte Toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Pedro Casaldáliga

17.9.11

«... Al ver a otros que estaban en la plaza parados,les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo"»


Una vez decidió Dios visitar la tierra y envió a un ángel para que inspeccionara la situación antes de su visita.
Y el ángel regresó diciendo:
«La mayoría de ellos carece de comida; la mayoría de ellos carece también de empleo».
Y dijo Dios: «Entonces voy a encarnarme en forma de comida para los hambrientos y en forma de trabajo para los parados».

                                                                                                Anthony de Mello

EL DIOS-ALIMENTO

15.9.11

«La Buena Nueva del Reino de Dios» Lc 8,1

Música: Sara Brightman

DALE VIDA A TUS SUEÑOS

Dale vida a los sueños que alimentan el alma,
no los confundas nunca con realidades vanas.
Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,
de conseguir las metas y de escalar montañas,
nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco,


no los dejes que mueran de hastío, poco a poco,
no les rompas las alas, que son de fantasía,
y déjalos que vuelen contigo en compañía.

Dale vida a tus sueños y, con ellos volando,
tocarás las estrellas y el viento, susurrando,
te contará secretos que para ti ha guardado
y sentirás el cuerpo con caricias, bañado,
del alma que despierta para estar a tu lado.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,
descubrirás que puedes vivir estos momentos
con los ojos abiertos y los miedos dormidos,
con los ojos cerrados y los sueños despiertos

Mario Benedetti

13.9.11

«Tanto me amó Dios que entregó a su Hijo único, Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenarme, sino para que tenga vida eterna» cf Jn 3,16


Pride (In the Name of Love)

Un Hombre viene en el nombre del Amor.
Un Hombre llegó y se fue.
Un Hombre llegó para liberar.
Un Hombre para derrocar.

En el nombre del Amor.
Qué más en el nombre del amor.
En el nombre del Amor.
Qué más en el nombre del amor.

Un hombre cogido en una valla de alambre de espinos
Un hombre. Resiste.
Un hombre ahogado en una playa vacía.
Un Hombre traicionado con un beso.

En el nombre del Amor.
Qué más en el nombre del amor.
En el nombre del Amor.
Qué más en el nombre del amor.
...
U2

11.9.11

Dios te envía al pobre: "Donde las calles no tienen nombre"


Where the streets have no name
where the streets have no name
were still building
then burning down love
burning down love
and when i go there

I go there with you


Donde las calles no tienen nombre
donde las calles no tienen nombre
seguimos construyendo
construyendo en Amor
construyendo en amor
y cuando llegues allí

Yo iré contigo

10.9.11

PERDÓN: ¡Bienaventurado el que AMA, porque cree desaparecido lo que a pesar de todo podría verse!


Cuadro: GUDIOL


"El perdón elimina el pecado perdonado. Este es un pensamiento maravilloso, y por lo mismo también es un pensamiento de la fe; ya que la fe siempre está relacionada con aquello que no se ve. Yo creo que lo visible se deriva de lo invisible; yo veo el mundo, pero lo invisible no lo veo, lo creo. De esta manera entre "perdón" y "pecado" intercede una relación de fe, relación que apenas suele considerarse. ¿Cuál es aquí y en definitiva lo invisible? Lo invisible en este caso consiste en que el perdón desaloja lo que a pesar de todo existe; lo invisible consiste en que lo que se ve, no obstante no se ve; puesto que viéndolo, resulta de todo punto invisible el hecho de que no se vea. El amoroso está viendo el pecado que perdona, pero cree que el perdón lo hace desaparecer. Esto en realidad no puede verse, ya que lo que puede verse es el pecado; y además, si no se viese el pecado, ¿cómo seria posible perdonarlo? Por eso de la misma manera que la fe convierte en cierto sentido lo invisible en visible, así, también, aunque en sentido contrario, el amoroso cree que con el perdón desaparece lo visible. Las dos cosas son objeto de la fe. ¡Bienaventurado el que cree, porque cree lo que no puede ver! Y ¡bienaventurado el que ama, porque cree desaparecido lo que a pesar de todo podría verse!"

«Señor, ¿Cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?» Mt 18,21

6.9.11

Ser pobre es VIVIR en SOLEDAD



La soledad, Dios mío,
no es que estemos solos,
es que tú estás aquí,
porque ante ti todo muere
o se convierte en ti.

¿De qué nos serviría ir al fin del mundo
para encontrar un desierto?
¿De qué nos serviría encerrarnos tras unos muros
que nos separasen del mundo,
si tú no estarás más presente allí
que en este estruendo de máquinas
o en esta multitud de miles de rostros?

Somos lo bastante infantiles como para pensar
que todas estas personas reunidas
son lo bastante mayores,
lo bastante importantes,
lo bastante vivas,
como para cegarnos el horizonte
cuando miramos hacia ti.

Estar solo
no es haber dejado atrás a los hombres,
o haberlos abandonado;
estar solo es saber que tú, Dios mío, eres grande,
que sólo tú eres grande,
y que no hay mucha diferencia
entre la inmensidad de los granos de arena
y la inmensidad de las vidas humanas reunidas.

La diferencia no afecta a la soledad,
porque lo que hace más visibles estas vidas humanas
a los ojos de nuestra alma, más presentes,
es esta comunicación de ti que poseen,
es su prodigiosa semejanza
con el único que existe.
Es como un fragmento de ti,
y ese fragmento no daña la soledad.
¡Saber por una vez en la vida que eres único!
Haber encontrado por una vez
—y quizá en un verdadero desierto—
la zarza que ardía sin consumirse,
la zarza del que ha instaurado en nosotros y para siempre
la soledad.

Moisés, cuando encontró por única vez la inefable zarza,
pudo volver entre los hombres
llevando consigo un inalterable desierto.
Así nosotros
no reprochemos al mundo,
no reprochemos a la vida,
que nos vele el rostro de Dios.
Encontremos ese rostro,
porque él velará y absorberá todas las cosas.
Dejémonos de niñerías.
La leña que arde en el fuego hace caso omiso del paisaje.
Habitamos un prodigioso brasero.
Si no nos quema, es que nuestros pies están a un lado,
no es culpa del entorno.
¡Qué importa nuestro lugar en el mundo!,
¡qué importa que esté poblado o despoblado!,
en cualquier lugar somos «Dios con nosotros»,
en cualquier lugar somos Emmanueles.

Madeleine Delbrêl

4.9.11

«Extiende tu mano» ( Lc 6,10) ¡TOMA!



Toma estos zapatos
Castañeteando por algún callejón sin salida
Toma estos zapatos
Y haz que quepan
Toma esta camisa
Basura blanca de poliéster hecha en alguna parte
Toma esta camisa
Y hazla limpia, limpia
Toma esta alma
Trenzado en piel y huesos
Toma esta alma

Y haz que cante

Yahweh, Yahweh
Siempre hay dolor antes de que un niño nazca
Yahweh, Yahweh
Todavía estoy esperando el amanecer

Toma estas manos

Enséñalas qué llevar
Toma estas manos
No hagas un puño
Toma esta boca

Tan aprisa para criticar
Toma esta boca
Dale un beso

Yahweh, Yahweh
Siempre hay dolor antes de que un niño nazca
Yahweh, Yahweh
Todavía estoy esperando el amanecer

Todavía esperando el amanecer, el sol está saliendo
El sol está subiendo en el océano
Este amor es como una gota en el océano
Este amor es como una gota en el océano

Yahweh, Yahweh
Siempre hay dolor antes de que un niño nazca
Yahweh, dime ahora
¿Por qué la oscuridad antes del amanecer?

Toma esta ciudad
Una ciudad debería brillar en una colina
Toma esta ciudad
Si es tu voluntad

Qué ningún hombre pueda poseer, ningún hombre pueda tomar
Toma este corazón

Toma este corazón
Toma este corazón
Y hazlo romper
U2

1.9.11

«Días vendrán...» Lc 5,35

GRACE (U2)
...
What once was hurt - what once was friction
What left a mark no longer stains
Because Grace makes beauty out of ugly things
Grace finds beauty in everything
Grace finds goodness in everything

Lo que una vez fue herida, lo que una vez fue fricción
Lo que deja una marca, deja de manchar
Porque Gracia hace bellas las cosas feas, Gracia encuentra la belleza en lo feo
Gracia encuentra lo bueno de cada cosa.

29.8.11

Las campanas del templo: Un joven recorrió miles de millas, decidido a escuchar...


LAS CAMPANAS DEL TEMPLO

El templo había estado sobre una isla, dos millas mar adentro. Tenía un millar de campanas. Grandes y pequeñas campanas, labradas por los mejores artesanos del mundo. Cuando soplaba el viento o arreciaba la tormenta, todas las campanas del templo repicaban al unísono, produciendo una sinfonía que arrebataba a cuantos la escuchaban.

Pero, al cabo de los siglos, la isla se había hundido en el mar y, con ella, el templo y sus campanas. Una antigua tradición afirmaba que las campanas seguían repicando sin cesar y que cualquiera que escuchara atentamente podría oírlas. Movido por esta tradición, un joven recorrió miles de millas, decidido a escuchar aquellas campanas. Estuvo sentado durante días en la orilla, frente al lugar en el que en otro tiempo se había alzado el templo, y escuchó, y escuchó con toda atención. Pero lo único que oía era el ruido de las olas al romper contra la orilla. Hizo todos los esfuerzos posibles por alejar de sí el ruido de las olas, al objeto de poder oír las campanas. Pero todo fue en vano; el ruido del mar parecía inundar el universo.

Persistió en su empeño durante semanas. Cuando le invadió el desaliento, tuvo ocasión de escuchar a los sabios de la aldea, que hablaban con unción de la leyenda de las campanas del templo y de quienes las habían oído y certificaban lo fundado de la leyenda. Su corazón ardía en llamas al escuchar aquellas palabras... para retornar al desaliento cuando, tras nuevas semanas de esfuerzo, no obtuvo ningún resultado. Por fin decidió desistir de su intento. Tal vez él no estaba destinado a ser uno de aquellos seres afortunados a quienes les era dado oír las campanas. O tal vez no fuera cierta la leyenda. Regresaría a su casa y reconocería su fracaso. Era su último día en el lugar y decidió acudir una última vez a su observatorio, par decir adiós al mar, al cielo, al viento y a los cocoteros. Se tendió en la arena, contemplando el cielo y escuchando el sonido del mar. Aquel día no opuso resistencia a dicho sonido, sino que, por el contrario, se entregó a él y descubrió que el bramido de las olas era un sonido realmente dulce y agradable. Pronto quedó tan absorto en aquel sonido que apenas era consciente de sí mismo. Tan profundo era el silencio que producía en su corazón...

¡Y en medio de aquel silencio lo oyó! El tañido de una campanilla, seguido por el de otra, y otra, y otra... Y en seguida todas y cada una de las mil campanas del templo repicaban en una gloriosa armonía, y su corazón se vio transportado de asombro y de alegría.

Anthony de Mello