El ego es la fuente de todos los ídolos .
Cuando hacemos de nuestra imagen del Absoluto un ídolo, entramos en conflicto y guerra con los ídolos construidos por otros. Esa es la guerra de religiones. La guerra de religiones es guerra de ídolos colectivos. Quienes no toleran que sus egos construyan ídolos, no van a esa guerra. Quienes van a esa guerra no conocen “al que es”, porque lo han sustituido por un ídolo. Y hay guerra no sólo cuando se derrama sangre, también la hay cuando se ignora y cuando se menosprecia. Aunque hay guerras de muchas clases, los ídolos, al fin, siempre terminan por reclamar sangre.
La única prueba de la existencia de la otra dimensión de lo real, llámesele Dios o de otra forma. La única prueba de la existencia de “Eso otro”, que no es “otro” de nada, al que la tradición ha llamado Dios, es únicamente su calor y su luz. Un calor y una luz que es como un fuego ausente, pero que transforma cada átomo de lo que existe en espíritu, en aliento de vida. Ese espíritu muta la realidad de manera que lo que parecía no existir, existe esplendoroso y sutil; y lo que parecía existir sólidamente, muestra su inexistencia. No hay más prueba de Dios que ésa. No es una prueba de argumentación, sino de verificación.
¿Quién se va a ocupar en probar racionalmente la existencia de la belleza? Basta ponerse en condiciones de poderla verificar por sí mismo. Igual ocurre con esa otra dimensión a la que se ha llamado: Dios, Vacío, Absoluto y con otros muchos nombres. Acercarse a esa dimensión es un milagro, el milagro del conocer y sentir silencioso...
Cantos de eternidad. La sabiduría de Rûmî en el “Mathnawî”
La única prueba de la existencia de la otra dimensión de lo real, llámesele Dios o de otra forma. La única prueba de la existencia de “Eso otro”, que no es “otro” de nada, al que la tradición ha llamado Dios, es únicamente su calor y su luz. Un calor y una luz que es como un fuego ausente, pero que transforma cada átomo de lo que existe en espíritu, en aliento de vida. Ese espíritu muta la realidad de manera que lo que parecía no existir, existe esplendoroso y sutil; y lo que parecía existir sólidamente, muestra su inexistencia. No hay más prueba de Dios que ésa. No es una prueba de argumentación, sino de verificación.
¿Quién se va a ocupar en probar racionalmente la existencia de la belleza? Basta ponerse en condiciones de poderla verificar por sí mismo. Igual ocurre con esa otra dimensión a la que se ha llamado: Dios, Vacío, Absoluto y con otros muchos nombres. Acercarse a esa dimensión es un milagro, el milagro del conocer y sentir silencioso...
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