NOCHEBUENA
Como recuerdo
de 24.12.36
¡Mi Dios y
Señor!
Me has
dejado andar un largo y oscuro camino,
pedregoso y
duro.
Muchas veces
sentía que mis fuerzas ya cedían la cansancio.
Casi perdí
la esperanza de contemplar Tu luz.
Mas cuando
en el dolor más hondo mi corazón se helaba,
me llegó el
fulgor de una clara y dulce estrella
que me
condujo fiel. Yo la seguí
vacilante al
principio, después segura.
Así llegué
un día a las puertas de tu Iglesia.
Se abrieron,
y pedí la entrada.
Por boca de
tu ministro me saludó tu voz.
En el
interior una estrella sigue a otras.
Rojas
estrellas de flores me indican mi subida hacia Ti.
Son los
mensajeros.
El misterio
que oculté en mi corazón muy hondo,
ya es hora
de anunciarlo:
¡Yo creo y
confieso!
El sacerdote
me sube a las gradas del Altar,
doblo mi
frente,
las bendita
aguas fluyen sobre mi cabeza.
¿Es posible,
Señor, que haya vuelto a renacer
La que había
pasado ya la mitad de una una vida?
Tú los has
dicho, y yo lo vivo.
El peso la
culpa y la fatiga de una larga vida cayó de mí.
Recibo de
pie la blanca capa,
Mis hombros
cobran vigor:
¡es luminoso
haz de pureza!
Llevé en mis
manos tu cirio.
Su llama me
dice que Tú –mi Vida– ardes en mí.
Mi alma es pesebre,
te espera,
¡no tardes en venir!
María –tu Madre y mía–
Me ha dado
su nombre,
y su
Unigénito que ha puesto a medianoche en mí.
Nadie alcanza ni de lejos
Lo que en Ti
– “dentro”– encerrado llevas
Para aquellos
que te aman.
Ya te tengo.
No me dejes.
Siempre en
la ruta de mi vida
estarás Tú
junto a mí.
Ni la muerte – porque es vida– me arrancará tu Amor.
Edith
Stein