Todos estamos predestinados al éxtasis,
todos llamados a salir de nuestras pobres maquinaciones
para resurgir hora tras hora en tu plan.
Nunca somos pobres rechazados,
sino bienaventurados llamados,
llamados a saber lo que te gusta hacer,
llamados a saber lo que esperas en cada instante de nosotros:
personas que necesitas un poco,
personas cuyos gestos echarías de menos
si nos negásemos a hacerlos.
El ovillo de algodón para zurcir,
la carta que hay que escribir,
el niño que es preciso levantar,
el marido que hay que alegrar,
la puerta que hay que abrir,
el teléfono que hay que descolgar,
el dolor de cabeza que hay que soportar...
otros tantos trampolines para el éxtasis,
otros tantos puentes para pasar
desde nuestra pobre y mala voluntad
a la serena rivera de tu deseo.
Madeleine Delbrêl
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