El pobre no debe ser alguien soportado, tolerado, sino esperado. El pobre no debe sufrir por nuestra parte una especie de reglamentación: «haremos esto hasta aquí; aquello hasta allí». Él nunca nos debe nada, sino que somos nosotros los que le debemos lo que debemos al propio Cristo. La misma fe que nos permite recibir a Cristo en nosotros a través de la eucaristía, nos permite recibir al pobre en nuestra vida.
¿Quién es mi prójimo? —Cualquier hombre.
¿Quién es el pobre? —Por lo general, quien socialmente está «fuera»; fuera de la vida de los demás, prisionero, enfermo, extranjero, desnudo...
Madeleine Delbrêl
No hay comentarios:
Publicar un comentario