Jesús, el Cristo,
Tú no quieres para nadie la tribulación interior.
Y vienes a esclarecer el profundo misterio del dolor humano.
He aquí como, por medio de él,
nos acercamos a una intimidad con Dios.
Espíritu Santo Consolador,
concédenos aligerar la pena de los inocentes
y estar atentos a los que, pasando por situaciones de prueba,
irradian por su vida, la santidad de Cristo Jesús.
H Roger de Taizé
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