28.9.11

«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto...»


Liturgia de los sin oficio

Nos has traído esta noche
a este café llamado Claro de luna,
donde has querido ser Tú en nosotros
durante algunas horas esta noche.
Has querido encontrar
a través de nuestras miserables apariencias,
a través de nuestros ojos que no saben ver,
a través de nuestros corazones que no saben amar,
a todas estas personas
que han venido a matar el tiempo.
Y porque tus ojos despiertan en los nuestros,
porque tu corazón se abre en nuestro corazón,
sentimos cómo nuestro débil amor
se abre en nosotros como una rosa espléndida,
se profundiza como un refugio inmenso y acogedor
para todas estas personas cuya vida palpita en torno nuestro.
Entonces el café ya no es un lugar profano,
un rincón de la tierra que parecía darte la espalda.
Sabemos que por ti nos hemos convertido
en un centro de carne,
en un centro de gracia,
que le obliga a girar en torno a él,
a orientarse a pesar suyo,
en plena noche,
hacia el Padre de toda vida.


En nosotros se realiza el sacramento de tu amor.
Nos unimos a ti
con toda la fuerza de nuestra oscura fe;
nos unimos a ellos
con la fuerza de este corazón que late por ti;
te amamos,
los amamos,
para que de todos nosotros se haga una sola cosa.
Atrae todo hacia ti en nosotros...
Atrae al viejo pianista que olvida dónde se encuentra
y toca por el placer de tocar bien,
a la violinista que nos desprecia y vende cada golpe de arco,
al guitarrista y al acordeonista
que hacen música sin saber amarnos.
Atrae a este hombre triste que nos cuenta historias
supuestamente alegres;
atrae al bebedor que baja tambaleándose
la escalera del primer piso;
atrae a estos seres desplomados, aislados detrás de una mesa
y que sólo están ahí por no estar en otro sitio;
atráelos en nosotros para que aquí te encuentren,
a ti, el único con derecho a tener piedad.
Dilata nuestro corazón para que quepan todos;
grábalos en ese corazón
para que queden inscritos en él para siempre.
Luego
nos llevarás a una plaza atestada de barracas de feria.
Será media noche o aun más tarde.
Sólo se quedarán fuera aquellos cuyo hogar es la calle,
cuyo taller es la calle.
Que los estremecimientos de tu corazón oculten los nuestros
bajo el pavimento
para que sus tristes pasos anden sobre nuestro amor,
y nuestro amor les impida hundirse aún más
en la espesura de! mal.

Alrededor de !a plaza estarán
todos los vendedores de ilusiones,
los vendedores de falsos miedos, de falsos deportes,
de falsas acrobacias, de falsas monstruosidades.
Venderán sus falsos medios de matar el verdadero hastío
que hace parecerse a todas las caras sombrías.
Haznos exultar en tu verdad y su sonrisa
con una auténtica sonrisa caritativa.
Más tarde,
tomaremos el último metro.
Habrá gente durmiendo.
Estarán marcados por un misterio de pesar y pecado.
Sobre los bancos de las estaciones casi desiertas,
obreros mayores, agotados, sin fuerzas,
esperarán que los trenes se detengan
para trabajar en la reparación de las avenidas subterráneas.
Y nuestros corazones irán dilatándose,
cada vez más abrumados
por el peso de los múltiples encuentros,
cada vez más abrumados por el peso de tu amor,
Llenos de ti,
poblados de nuestros hermanos los hombres.
Porque el mundo no siempre es un obstáculo
para orar por el mundo.
Si algunos deben abandonarlo para encontrarlo
y alzarlo hacia el cielo,
otros deben sumirse en él
para alzarse,
pero con él,
al mismo cielo.
En lo profundo de los pecados del mundo
les das una cita,
sumidos en el pecado
viven contigo un cielo que les arrastra y desgarra.


Mientras tú sigues visitando en ellos la lúgubre tierra,
ellos, contigo, suben al cielo,
están condenados a una penosa asunción,
envueltos de barro, abrasados por tu espíritu,
unidos a todos,
unidos a ti,
encargados de respirar en la vida eterna
como árboles por sus raíces enterradas.

Madeleine Delbrêl

26.9.11

«Él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén» Lc 9,51

SUBE a nacer conmigo, hermano.

Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.

A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.

Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.

Apegadme los cuerpos como imanes.

Acudid a mis venas y a mi boca.

Hablad por mis palabras y mi sangre.
Pablo Neruda

24.9.11

TU VOLUNTAD: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» Mt 21,28

Poema: Cada ciudad puede ser otra


Los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Jaime Sabines

Cada ciudad puede ser otra
cuando el amor la transfigura
cada ciudad puede ser tantas
como amorosos la recorren

el amor pasa por los parques
casi sin verlos amándolos
entre la fiesta de los pájaros
y la homilía de los pinos

cada ciudad puede ser otra
cuando el amor pinta los muros
y de los rostros que atardecen
unos es el rostro del amor

y el amor viene y va y regresa
y la ciudad es el testigo
de sus abrazos y crepúsculos
de sus bonanzas y aguaceros

y si el amor se va y no vuelve
la ciudad carga con su otoño
ya que le quedan sólo el duelo
y las estatuas del amo
Mario Benedetti

Música: El tercer deseo

Voy a irte a buscar allí,
al pedazo de noche en que
tropezaron de pronto,
tus ojos, mis ojos,
tan llenos de igual soledad... allí.

Voy a irte a buscar allí,
a tratar de retroceder,
transitar por el tiempo
y volverte a encontrar
en el mismo lugar que te vi... allí.

Voy a irte a buscar
al instante preciso
en que nuestros rumbos
se unieron en la multitud.

Voy a irte a buscar
al tumulto de pasos,
de rostros, de voces y luces
donde te perdí;
voy a volver, regresaré,
ve tú también.

Voy a irte a buscar allí,
a acampar para siempre en ti,
y esta vez no habrá fuerza posible
capaz de evitar este encuentro
que presentí.

Voy a irte a buscar allí,
hace un siglo te conocí,
y esta vez no te vas a esfumar
la marea te trajo por fin
hasta mi país.

Voy a irte a buscar
aunque en ello me juegue
mi tercer deseo,
mi última oportunidad
.

Voy a irte a buscar
a través de las miles de vidas
que distan de ti
desde ayer a las diez;
voy a volver,
regresaré,
ve tú también
y espérame...
ayer...
allí…
Augusto Blanca



22.9.11

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». ¡Eres quien nos enseña a amar la muerte!


MORIRÁS DE MUERTE

Es frecuente que en los conventos
se preparen para la muerte.

Nosotros no tenemos tiempo de hacerlo,
pero, a pesar de todo, estamos sabiamente preparados.

Es la vida la que nos prepara para morir
y conoce bien su oficio.
Basta con escucharla, verla, seguirla...

Ella nos explica la muerte poco a poco.
o de golpe, según qué días.
Unas veces, sin hacernos ningún daño.
Otras, dislocándonos de dolor.
Unas veces, subrayando
nuestras pequeñas muertes cotidianas,
otras, golpeándonos con la muerte de aquellos
a los que amamos más que a nosotros mismos.

La muerte se aprende cuando, al peinarnos por la mañana,
se nos caen ios cabellos;
cuando perdemos el diente que nos ha dolido tanto tiempo;
cuando se nos forman patas de gallo;
cuando podemos decir,
al contar algunos pequeños recuerdos,
«hace diez o veinte o treinta años...»;
cuando cada año vienen con unas flores
a desearnos feliz cumpleaños,
unas flores que tienen un ligero aire a cementerio
y que celebran ese año menos
antes del último de nuestros años.

La muerte se aprende en cada encuentro
con quienes nos conservan nuestra infancia
y para los cuales seguimos siendo pequeños;
la memoria que flaquea;
la inmovilidad progresiva...;
aspectos humanos ocupados de antemano por la muerte.
Cada vez que volvemos al país de nuestra juventud,
se reduce la lista de las visitas a los vivos
y se alarga la visita a las tumbas.

La muerte se aprende en cada adiós definitivo
a los seres queridos.
Porque, aun cuando la fe y la esperanza unidas,
e incluso nuestra caridad para con ellos,
afirman nuestra alegría por saber que han llegado,
nosotros nos quedamos con nuestra sangre que protesta,
con nuestra carne abierta, herida,
nuestra carne,
a la que parece que han matado una gran parte,
y ese horror de la tierra, de la tiniebla y del frío,
que hizo llorar al propio Jesús.
La muerte se aprende cierta noche entre la vigilia y el sueño.
Nos revela que está al acecho,
acurrucada dentro de nosotros,
nos echa su aliento a la cara como para irnos habituando,
y nos sorprende tener tanta necesidad de valor.

No es preciso ser poeta para aprender la muerte,
cada noche, cada octubre,
con el viejo perro al que hay que hay que sacrificar,
y esos extraños pequeños cadáveres de ratones y lagartos,
aplastados sobre el asfalto por las ruedas de los coches.

La vida es nuestra maestra de muerte.
Pero, a su vez, la muerte se convierte en maestra de vida
para nosotros que conocemos la penitencia humana.

Como la madre que sufre el alumbramiento de lo que nace,
como el padre suda para alimentar al niño que vive,
así llevamos nuestra muerte
empezada
y pronto terminada
como nuestro propio y definitivo alumbramiento.
Pero se trata de nacer bien cada vez que morimos,
de nacer un poco cuando morimos un poco,
y de nacer mucho cuando morimos mucho.
Se trata, en este trato con la muerte,
de aprender a tratar con la vida.
Se trata de virar hacia lo eterno,
como el negativo de una película,
en el que todo lo negro se vuelve blanco.

Se trata de abrir nuestros ojos de la fe
allí donde nuestros propios ojos están cegados.

Del mismo modo que al mirar nuestro jardín
no nos consterna el amarillear de una brizna de hierba,
interesémonos lo bastante por los «siglos de los siglos»
como para que el tiempo de nuestra vida nos sea indiferente
y para que todo lo que amamos esté ya transferido
a una eternidad tranquila.
Así aprenderemos a morir de muerte
para vivir de auténtica vida.

Madeleine Delbrêl

20.9.11

¡La mirada de Jesús!

"El sujeto del primer verbo es Jesús: «Vio a un hombre llamado Mateo». Ese hombre está pasivo, «sentado en el despacho de impuestos», atrapado por su condición de recaudador, atado a una profesión que le hace despreciable a los ojos de todos. Pero los ojos de Jesús han sabido ver más allá de las apariencias: han visto en el publicano a un discípulo, a un seguidor. Para esa mirada nadie está sentenciado ni calificado definitivamente, sino que tiene el futuro por delante. «Sígueme», le dice; y «él se levantó y lo siguió».

Mateo se ha sentido mirado por primera vez de otra manera: Alguien cree en él y lo llama, y por eso se convierte en alguien dinámico que deja atrás su pasado, asume el protagonismo de su propia vida y se pone en marcha detrás del que fue capaz de mirarle así.

* Contempla la mirada de Jesús sobre Mateo y siente
que tú eres Mateo. Déjate mirar por unos ojos que ven en
ti mucho más adentro de lo que ven los demás y de lo que
tú ves de ti mismo. No se fija en tus defectos ni en tus
incapacidades; no le preocupa lo que ya eres, sino que ve
en ti todas las posibilidades escondidas que él mismo ha
puesto en ti y que quizá tú desconoces. Fíate más de sus
ojos que de los tuyos; cree que su mirada y su llamada
pueden hacer de ti un discípulo. Pídele que te enseñe a
mirar así a los demás, que te haga como él, incapaz de
sentenciar a nadie, de condenar a nadie, de pensar de nadie
que no es capaz de cambiar..."

Dolores Aleixandre "Compañeros en el camino"
 

19.9.11

La que te escucha y pone por obra TU VOLUNTAD: ¡María!


DECIR TU NOMBRE, MARÍA
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda muerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte Toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Pedro Casaldáliga

17.9.11

«... Al ver a otros que estaban en la plaza parados,les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo"»


Una vez decidió Dios visitar la tierra y envió a un ángel para que inspeccionara la situación antes de su visita.
Y el ángel regresó diciendo:
«La mayoría de ellos carece de comida; la mayoría de ellos carece también de empleo».
Y dijo Dios: «Entonces voy a encarnarme en forma de comida para los hambrientos y en forma de trabajo para los parados».

                                                                                                Anthony de Mello

EL DIOS-ALIMENTO

15.9.11

«La Buena Nueva del Reino de Dios» Lc 8,1

Música: Sara Brightman

DALE VIDA A TUS SUEÑOS

Dale vida a los sueños que alimentan el alma,
no los confundas nunca con realidades vanas.
Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,
de conseguir las metas y de escalar montañas,
nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco,


no los dejes que mueran de hastío, poco a poco,
no les rompas las alas, que son de fantasía,
y déjalos que vuelen contigo en compañía.

Dale vida a tus sueños y, con ellos volando,
tocarás las estrellas y el viento, susurrando,
te contará secretos que para ti ha guardado
y sentirás el cuerpo con caricias, bañado,
del alma que despierta para estar a tu lado.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,
descubrirás que puedes vivir estos momentos
con los ojos abiertos y los miedos dormidos,
con los ojos cerrados y los sueños despiertos

Mario Benedetti

13.9.11

«Tanto me amó Dios que entregó a su Hijo único, Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenarme, sino para que tenga vida eterna» cf Jn 3,16


Pride (In the Name of Love)

Un Hombre viene en el nombre del Amor.
Un Hombre llegó y se fue.
Un Hombre llegó para liberar.
Un Hombre para derrocar.

En el nombre del Amor.
Qué más en el nombre del amor.
En el nombre del Amor.
Qué más en el nombre del amor.

Un hombre cogido en una valla de alambre de espinos
Un hombre. Resiste.
Un hombre ahogado en una playa vacía.
Un Hombre traicionado con un beso.

En el nombre del Amor.
Qué más en el nombre del amor.
En el nombre del Amor.
Qué más en el nombre del amor.
...
U2