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5.9.12

¡Inclinándose sobre ella...! Lc 4,39

Sieger Koder
Cuánto se tarda, Señor, en llegar a comprender que sólo por piedad podemos ser amados, y que ninguna estima, ninguna admiración, ninguna confianza puede llegarnos de ti sin haber pasado por tu misericordia. Se tarda mucho, pero se consigue. Como un niño ciego y sordo, en el regazo de su madre, sumido en la soledad y la tiniebla, así, algún día, descubrimos nosotros nuestra alma insondablemente empobrecida por no poder mirar a las colinas eternas ni oír tus ecos del Paraíso. Así descubrimos nuestra alma en el regazo de tu Providencia. Y entonces tu espíritu nos inviste: ese dedo de la diestra del Padre, como una mano maternal, reveladora, educadora, que incorpora a su hijo a la vida. Tu espíritu nos guía por impulso; nos anuncia lo que es por contacto. Su muda envoltura siembra en nuestro corazón un germen de palabras. A las palabras que decimos en medio de la soledad y la tiniebla responde el silencio de tu espíritu; un silencio cuya proximidad nos envuelve y nos enseña. Para ello basta con saber que nuestros ojos son verdaderamente incapaces de ver y nuestros oídos están sordos a todo lo que tú eres.

Madeleine Delbrêl

26.5.12

«Recibid el Espíritu Santo» Jn 20,22

"Cuánto se tarda, Señor, en llegar a comprender que sólo por piedad podemos ser amados, y que ninguna estima, ninguna admiración, ninguna confianza puede llegarnos de ti sin haber pasado por tu misericordia. Se tarda mucho, pero se consigue. Como un niño ciego y sordo, en el regazo de su madre, sumido en la soledad y la tiniebla, así, algún día, descubrimos nosotros nuestra alma insondablemente empobrecida por no poder mirar a las colinas eternas ni oír tus ecos del Paraíso. Así descubrimos nuestra alma en el regazo de tu Providencia. Y entonces tu espíritu nos inviste:
ese dedo de la diestra del Padre, como una mano maternal, reveladora, educadora, que incorpora a su hijo a la vida. Tu espíritu nos guía por impulso; nos anuncia lo que es por contacto. Su muda envoltura siembra en nuestro corazón un germen de palabras. A las palabras que decimos en medio de la soledad y la tiniebla responde el silencio de tu espíritu; un silencio cuya proximidad nos envuelve y nos enseña. Para ello basta con saber que nuestros ojos son verdaderamente incapaces de ver y nuestros oídos están sordos a todo lo que tú eres".
Madeleine Delbrêl

24.12.11

¡"Bendito sea este nuevo día, que es Navidad para la tierra, porque en mí Jesús quiere vivirlo de nuevo"! FELIZ NAVIDAD

EL NUEVO DÍA

Empieza un día más.

Jesús quiere vivirlo en mí. No está encerrado.
Ha caminado entre los hombres.
Conmigo está entre los hombres de hoy.

Va a encontrarse con cada uno de los que entren en casa,
con cada uno de los que me cruzaré por la calle,
otros ricos distintos de los de su tiempo, otros pobres,
otros sabios y otros ignorantes,
otros niños y otros ancianos,
otros santos y otros pecadores,
otros sanos y otros inválidos.
Todos serán los que él ha venido a buscar.
Cada uno, el que él ha venido a salvar.
A quienes me hablen, él tendrá algo que responder.
A quienes tengan carencias, él tendrá algo que dar.
Cada uno existirá para él como si fuera único.
Tendrá que vivir su silencio en el ruido.
Impulsará su paz en el tumulto.

Jesús no ha cesado de ser en todo el Hijo.
Quiere seguir en mí unido al Padre. Dulcemente unido
en cada segundo,
balanceado sobre cada segundo
como un corcho en el agua.
Manso como un cordero
ante la voluntad de su Padre.

Todo estará permitido el día que venga,
todo estará permitido y exigirá que yo diga que sí.
El mundo en que él me deja para estar conmigo
no puede impedirme estar con Dios;
como un niño en los brazos de su madre
no deja de estar con ella,
aunque ella camine entre la multitud.

Jesús no ha dejado de ser enviado a todas partes.
Nosotros no podemos dejar de ser
en cada instante
los enviados de Dios al mundo.
Jesús no deja de ser enviado en nosotros,
a lo largo de este día que comienza,
a toda la humanidad de nuestro tiempo,
de todos los tiempos,
de mi ciudad y del mundo entero.

A través de los hermanos próximos a los que él nos hará
servir, amar, salvar,
las oleadas de su caridad partirán
hasta el fin del mundo,
irán hasta el fin de los tiempos.

Bendito sea este nuevo día, que es Navidad para la tierra,
porque en mí Jesús quiere vivirlo de nuevo.

Madeleine Delbrêl

22.11.11

¡Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas! Lc 21,19


La obligación de anunciar la buena nueva va a obligarnos a caminar simultáneamente al paso de Dios y al nuestro, por lo que la mayor parte de las veces tendremos los andares insólitos de un cojo o los vacilantes de un semiciego. Con todas nuestras fuerzas, todo nuestro espíritu y todo nuestro corazón haremos de la evangelización la aplicación del programa de Jesucristo. Pero el programa que conocemos se sume por completo en un plan que para nosotros permanece oscuro. No sabemos lo que el Señor hará del trabajo de cada día, aunque sea perfecto..., y si es muy imperfecto o torpe, tampoco sabemos para qué servirá. Lo único que sabemos es que lo que se da a Dios no se pierde.
Madeleine Delbrêl

19.11.11

Cristo Rey: El «insólito»

RUPNIK
Lo «insólito» no le confiere al cristiano las características de un hombre notable y señalado, sino el rechazo o la denuncia en su propia vida de todo lo que pueda alterar su parecido con Jesucristo. No se trata de la brillante realización de un hombre cristiano, sino del mismo Cristo de siempre que muestra su rostro a través del de un hombre.
Un hombre que no sólo cree en Dios, sino que debe amarle como un hijo ama a un padre amoroso y todopoderoso, a la manera de Cristo.
No sólo depende de Dios, sino que es soberanamente libre por voluntad de Dios.
No sólo ama a su prójimo como a sí mismo, sino que debe amarlo «como Cristo nos ha amado», a la manera de Cristo.
No sólo es hermano, sino un hermano bueno en sus palabras y en sus actos. Para esta bondad no  hay límites ni dispensa.
No sólo es hermano de su prójimo cercano, sino del prójimo universal.
No sólo es hermano legal, sino hermano práctico, accesible: no tiene que rebajarse para nadie, no hay distancia; es el prójimo de todos, no se rebaja ni se eleva: está al mismo nivel; sin  privilegios y sin derechos: sin superioridad.
No sólo da, sino que comparte; presta, pero no reclama; está disponible para lo que se le pide y  también para más de lo que se pide.
No sólo sin mentiras, sino también sin silencios, sin «añadiduras ».
No sólo es hermano de los que le aman, sino también de sus enemigos; no sólo soporta los  golpes, sino que no se aleja del que le golpea.
No sólo no devuelve el mal, sino que perdona, olvida; y no sólo olvida, sino que devuelve bien por mal.
No sólo sufre y muere a manos de algunos, sino que sufre y muere por ellos; y no sólo una vez, sino en cada ocasión.
No sólo juzga con justicia, sino que no juzga a nadie.
No sólo comparte lo que es y lo que tiene, sino que da lo único que Dios le ha dado personalmente: su propia vida.
No sólo combate el mal interior —en él mismo—, sino también el exterior; y no sólo lucha contra el mal allí donde esté, sino contra sus frutos: la desdicha, el sufrimiento o la muerte. Pero combate por el bien y sin cometer el mal y, si se trata de la felicidad de muchos, no acepta compensarla con la desgracia de uno solo.
No sólo combate el mal en el mundo, sino que acepta el sufrimiento que debe soportar.
No sólo lo acepta, sino que lo acepta de buen grado, voluntariamente, porque es la energía, la eficacia, el arma del combate cristiano.
No sólo combate, sino que combate sin gloria, para que Dios sea glorificado, sea santificado su  nombre y venga su reino.
No sólo acepta no parecer un héroe, sino no serlo.
No sólo acepta no ser admirado, sino ser ignorado; no sólo admite no tener la estima ajena, sino tampoco la propia.
No sólo emplea todas sus fuerzas en la tarea, sino que ignora para qué sirve esa tarea; no sólo  ignora quién la empezó o la continúa, sino que ignora la obra de Dios en la que se utiliza.
No sólo combate, sino que es pacífico, porque lo que el Dios todopoderoso e infinitamente  amoroso ha empezado o continúa, él siempre lo termina con fuerza y con amor. Espera de Dios con una confianza «inagotable» eso por lo que trabaja con todas sus fuerzas y sus fuerzas no pueden realizar. Pide a Dios que se haga su voluntad; espera de Dios que venga su reino. La oración es para él la energía de la acción.
No sólo ama la vida porque Dios la ha hecho, sino que es feliz de vivir una vida que es eterna para todos los hombres.
No sólo es feliz de vivir, sino que es feliz de morir, porque morir es nacer a la eternidad, porque todo hombre será juzgado por el amor de Dios, por la justicia compasiva de Dios; no sólo porque la creación es hija de Dios, sino porque su belleza, incluso saboteada, es indestructible; no sólo porque el hombre está sumergido en los bienes de Dios, sino porque Dios sólo permite el mal para que de él nazca un bien mejor.
No sólo actúa en el tiempo, sino que espera los frutos de eternidad cuya semilla siembra él en el tiempo. Esto es lo que él denomina «esperanza».
No sólo es feliz porque vive gracias a Dios y para Dios, sino porque vivirá y hará vivir a sus hermanos con Dios para siempre.
Madeleine Delbrêl (La Alegría de Creer)

31.10.11

¡Mirad qué amor nos ha tenido el Padre!


Para los hijos de Dios la tierra es una casa de su Padre del Cielo. Todo lo que hay sobre la tierra, y el mismo suelo, le pertenece. Sí, verdaderamente, la tierra es una casa de su Padre. No desprecian ninguna habitación, ningún continente, ni ninguna minúscula isla, ni ninguna nación, ni ningún patio; ninguna de esas habitaciones, que son las plazas, las aceras, las oficinas, las tiendas, los muelles, las estaciones...Tienen que crear en ella el espíritu de familia.
Cada mañana, cuando van por la calle, se maravillan al ver con sus ojos carnales a todos estos hermanos a los que sólo encontraban, desde siempre, en la espesura de la fe. No pueden separarse de ellos, ni tratarlos como extraños; la propiedad de un asiento resulta discutible; las propiedades comerciales mucho menos intransigentes. Las distinciones sociales se tambalean. Las categorías de los valores humanos se vuelven frágiles.
Pocas diferencias caben frente a este título común de hijo de Dios: no son más importantes ni más visibles que un hilo de color sobre la superficie de una sábana blanca. Como en la radiografía se ve desaparecer en la pantalla la ropa, los músculos, todo lo que no es lo esencial del organismo; del mismo modo, ante el apelativo de hijo de Dios, desaparece todo lo que no es nuestro parentesco teologal.
Madeleine Delbrêl

30.10.11

«Cuando des un banquete, llama a los pobres» Lc 14,13

El pobre no debe ser alguien soportado, tolerado, sino esperado. El pobre no debe sufrir por nuestra parte una especie de reglamentación: «haremos esto hasta aquí; aquello hasta allí». Él nunca nos debe nada, sino que somos nosotros los que le debemos lo que debemos al propio Cristo. La misma fe que nos permite recibir a Cristo en nosotros a través de la eucaristía, nos permite recibir al pobre en nuestra vida.
¿Quién es mi prójimo? —Cualquier hombre.
¿Quién es el pobre? —Por lo general, quien socialmente está «fuera»; fuera de la vida de los demás, prisionero, enfermo, extranjero, desnudo...

Madeleine Delbrêl

29.10.11

¡Uno sólo es vuestro Padre! Mt 23,9


Todos estamos predestinados al éxtasis,
todos llamados a salir de nuestras pobres maquinaciones
para resurgir hora tras hora en tu plan.
Nunca somos pobres rechazados,
sino bienaventurados llamados,
llamados a saber lo que te gusta hacer,
llamados a saber lo que esperas en cada instante de nosotros:
personas que necesitas un poco,
personas cuyos gestos echarías de menos
si nos negásemos a hacerlos.
El ovillo de algodón para zurcir,
la carta que hay que escribir,
el niño que es preciso levantar,
el marido que hay que alegrar,
la puerta que hay que abrir,
el teléfono que hay que descolgar,
el dolor de cabeza que hay que soportar...
otros tantos trampolines para el éxtasis,
otros tantos puentes para pasar
desde nuestra pobre y mala voluntad
a la serena rivera de tu deseo.

Madeleine Delbrêl

17.10.11

«El Reino de Dios está cerca de vosotros»


"La esperanza de los apóstoles de todos los
tiempos es una gigantesca pordiosera con
los pies en un mundo perdido, que lleva en
los brazos a los hombres más olvidados y
es infinitamente pobre con ellos..., pero
sonríe a una Redención que espera del
cielo como nosotros esperamos el día"

Madeleine Delbrêl

15.10.11

¡A Dios lo que es de Dios!


Señor, en esta novela eterna
iniciada entre Tú y nosotros,
enséñanos el lugar que ocupa
el singular baile de nuestra obediencia.
Revélanos la gran orquesta de tus designios
donde lo que tú permites
lanza extrañas notas
en la serenidad de lo que tú deseas.
(Nous autres, gens des rúes, p. 91)
                                                                                                                
 Madeleine Delbrêl

8.10.11

«Id...»

«Id...», nos dices en todos los momentos cruciales
del Evangelio.
Para coincidir con tu sentido hemos de ir,
aunque nuestra pereza nos suplique que nos quedemos.
Nos has elegido para estar en un extraño equilibrio.
Un equilibrio que sólo puede establecerse y mantenerse
en movimiento,
en el impulso.
Es algo similar a una bicicleta,
que no se tiene en pie sin avanzar,
una bicicleta que está apoyada contra una pared
mientras no nos montamos en ella
para hacerla marchar velozmente por la carretera.
La condición que nos ha sido dada
es una inseguridad universal, vertiginosa.
En cuanto nos detenemos a observarla,
nuestra vida se tuerce y flaquea.
Sólo podemos mantenernos en pie para caminar,
para lanzarnos en un impulso de caridad.
Todos los santos que se nos han dado como modelos,
o muchos de ellos,
estaban bajo el régimen del «Seguro»
—una especie de Seguridad Espiritual que les protegía
contra los riesgos y las enfermedades,
que asumía incluso sus alumbramientos espirituales.
Tenían tiempos oficiales de oración,
métodos para hacer penitencia,
todo un código de consejos y de defensa.
Pero en cuanto a nosotros,
la aventura de tu gracia
se desarrolla en un liberalismo un poco loco.
Te niegas a darnos un mapa de carreteras.
Hacemos el camino de noche.
Cada uno de los actos que realizamos se van iluminando
como señales que se relevan.
A menudo, lo único garantizado es este puntual cansancio
del mismo trabajo que hay que repetir cada día,
de la misma limpieza que hay que recomenzar,
de los mismos defectos que hay que corregir,
de las mismas tonterías que hay que evitar...
Pero aparte de esta garantía,
todo lo demás depende de tu fantasía
que se toma muchas libertades con nosotros.

Madeleine Delbrêl

28.9.11

«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto...»


Liturgia de los sin oficio

Nos has traído esta noche
a este café llamado Claro de luna,
donde has querido ser Tú en nosotros
durante algunas horas esta noche.
Has querido encontrar
a través de nuestras miserables apariencias,
a través de nuestros ojos que no saben ver,
a través de nuestros corazones que no saben amar,
a todas estas personas
que han venido a matar el tiempo.
Y porque tus ojos despiertan en los nuestros,
porque tu corazón se abre en nuestro corazón,
sentimos cómo nuestro débil amor
se abre en nosotros como una rosa espléndida,
se profundiza como un refugio inmenso y acogedor
para todas estas personas cuya vida palpita en torno nuestro.
Entonces el café ya no es un lugar profano,
un rincón de la tierra que parecía darte la espalda.
Sabemos que por ti nos hemos convertido
en un centro de carne,
en un centro de gracia,
que le obliga a girar en torno a él,
a orientarse a pesar suyo,
en plena noche,
hacia el Padre de toda vida.


En nosotros se realiza el sacramento de tu amor.
Nos unimos a ti
con toda la fuerza de nuestra oscura fe;
nos unimos a ellos
con la fuerza de este corazón que late por ti;
te amamos,
los amamos,
para que de todos nosotros se haga una sola cosa.
Atrae todo hacia ti en nosotros...
Atrae al viejo pianista que olvida dónde se encuentra
y toca por el placer de tocar bien,
a la violinista que nos desprecia y vende cada golpe de arco,
al guitarrista y al acordeonista
que hacen música sin saber amarnos.
Atrae a este hombre triste que nos cuenta historias
supuestamente alegres;
atrae al bebedor que baja tambaleándose
la escalera del primer piso;
atrae a estos seres desplomados, aislados detrás de una mesa
y que sólo están ahí por no estar en otro sitio;
atráelos en nosotros para que aquí te encuentren,
a ti, el único con derecho a tener piedad.
Dilata nuestro corazón para que quepan todos;
grábalos en ese corazón
para que queden inscritos en él para siempre.
Luego
nos llevarás a una plaza atestada de barracas de feria.
Será media noche o aun más tarde.
Sólo se quedarán fuera aquellos cuyo hogar es la calle,
cuyo taller es la calle.
Que los estremecimientos de tu corazón oculten los nuestros
bajo el pavimento
para que sus tristes pasos anden sobre nuestro amor,
y nuestro amor les impida hundirse aún más
en la espesura de! mal.

Alrededor de !a plaza estarán
todos los vendedores de ilusiones,
los vendedores de falsos miedos, de falsos deportes,
de falsas acrobacias, de falsas monstruosidades.
Venderán sus falsos medios de matar el verdadero hastío
que hace parecerse a todas las caras sombrías.
Haznos exultar en tu verdad y su sonrisa
con una auténtica sonrisa caritativa.
Más tarde,
tomaremos el último metro.
Habrá gente durmiendo.
Estarán marcados por un misterio de pesar y pecado.
Sobre los bancos de las estaciones casi desiertas,
obreros mayores, agotados, sin fuerzas,
esperarán que los trenes se detengan
para trabajar en la reparación de las avenidas subterráneas.
Y nuestros corazones irán dilatándose,
cada vez más abrumados
por el peso de los múltiples encuentros,
cada vez más abrumados por el peso de tu amor,
Llenos de ti,
poblados de nuestros hermanos los hombres.
Porque el mundo no siempre es un obstáculo
para orar por el mundo.
Si algunos deben abandonarlo para encontrarlo
y alzarlo hacia el cielo,
otros deben sumirse en él
para alzarse,
pero con él,
al mismo cielo.
En lo profundo de los pecados del mundo
les das una cita,
sumidos en el pecado
viven contigo un cielo que les arrastra y desgarra.


Mientras tú sigues visitando en ellos la lúgubre tierra,
ellos, contigo, suben al cielo,
están condenados a una penosa asunción,
envueltos de barro, abrasados por tu espíritu,
unidos a todos,
unidos a ti,
encargados de respirar en la vida eterna
como árboles por sus raíces enterradas.

Madeleine Delbrêl